jueves, julio 12, 2007

Para matar el tiempo...

Robada de un blog por ahí (jijiji) voy a colocar las respuestas de estas preguntas y ojalá algún otro ocioso u ociosa se digne a contestarlo también…

1. Cuáles son los olores y sabores que te recuerdan la infancia?
La gelatina de limón, el pan robado de la mesa de mi abuela, los muñequitos de carlotina que vendían en los kioscos y los potecitos con jalea de tamarindo.
2. Cuál es el personaje de alguna historia, novela, cuento o película que te hubiese gustado ser?
Cenicienta definitivamente, con el drama de las hermanastras y el romance infinito de su encuentro con el Príncipe Azul.
3. Si fueses mascota ¿cuál escogerías y cómo te gustaría que te trataran?
Gata, persa probablemente, full peluda y grande. Muy mimada, más bien malcriada, comiendo atún y salmón.
4. Alguna maña o manía que conservas aún después de grande.
Acurrucarme en las costillas de mi mamá cuando duermo con ella (sí, cada vez que viajo a mi casa duermo con ella)
5. Si volvieras a la adolescencia ¿qué aspecto de tu vida te hubiese gustado cambiar?
El look de galla que no me dejaba vivir, la flojera de estudiar y el formar parte de un grupo de amigas tan cerrado.
6. Cómo imaginabas tu vida cuando eras niño?
Creo que mucho menos divertida de lo que es.
7. Alguna vez se te ha escapado algún sueño?, si son muchos ¿Cuál te hubiese gustado atrapar?
Creo que el de vivir fuera de Venezuela. Me habría encantado aprovechar alguna oportunidad que se presentó muy fugazmente e ignoré por amor (bueno…Amor???)
8. Cómo te gustaría que te recordaran tus hijos?
Mmmm… No quiero tener hijos, pero si vinieran, quisiera que me recordaran como una “Mami” jijiji

Los milagros sí existen.

Jueves 5 de julio.
11:15 a.m.
Cuarto de Diana.
Caracas.

Me desperté con la sensación de que mi vida apestaba, apenas el día anterior me quedé sin trabajo, claro que no con tristeza, porque la loca de mi jefa la verdad me tenía más con ganas de salir corriendo que de respetar a mis superiores (difícil lección, jajaja)

Llamé a una profesora de mi hermano para pedirle, rogarle, suplicarle, que tomara unas fotos del juego Argentina-Paraguay, que tendría lugar ese mismo día en Barquisimeto y al cual yo no asistiría porque las “responsabilidades” ahora inexistentes me lo habían impedido.

Ella contesta el mensaje con un “no se va a poder, mi esposo está enfermo y no va al juego. Estamos vendiendo la entrada” Oh my GOD!!!!!!! Están vendiendo la entrada a un precio poco razonable pero yo tampoco soy razonable, están vendiendo la entrada y el juego es en la ciudad donde vive mi mamá, están vendiendo la entrada y yo no tengo excusas que justifiquen mi ausencia en el juego… Están vendiendo la entrada y yo voy!

Llamé un taxi (que costó lo mismo que la entrada revendida) y arrancamos a Bqto. Con un diluvio universal que no lograba diluir mi emoción y un accidente en la vía, el primero de varios que, aun cuando retrasaron un poco mi llegada, no implicaron grandes cambios en mis planes. 4 horas bastaron para arribar a la única ciudad que nunca me gustó y ahora me reservaba un asiento VIP para el juego de mi vida.

Recogí mi entrada en Yaritagua, seguí de largo hasta Cabudare y a las 6:35 p.m. estaba montada en el autobús que me dejaría frente al Estadio Metropolitano de Barquisimeto. Espectacular! No hay otra palabra, pues aún sin terminar se ve increíble, o es que mi ignorancia en cuanto a estadios en el mundo me hace verlo especial.

Lo disfrute de principio a fin, conocí a unos chicos adorables, que tomaron fotos y videos para mi, que me prestaron unos binoculares con los que perseguí a Pablo “El Payasito” Aimar hasta que el mareo me obligó a dejarlos.

Fui feliz, tan feliz que olvidé comer y desayuné a la 1:15 a.m. del día siguiente, tan feliz que preferí ignorar el hecho de que el gasto fue como el choque del Titanic contra el iceberg “un golpecito ahí vale, eso no nos hunde” jajaja. Fui tan feliz que el sábado siguiente los vi en el Hotel Trinitarias Suites… Tan feliz que el domingo volví a ir al juego, volvía gritar, aplaudir, llorar, insultar, blasfemar, celebrar y sentir que, definitivamente en mi vida, los milagros existen.